MEDITACIÓN
La hora de la Pasión ha llegado. Jesús se dirige con sus discípulos al Huerto de los Olivos, y allí, de rodillas, ora y ofrece a su eterno Padre sus dolores. La vista de las afrentas y muerte próxima es tan horrible, que le hace desfallecer hasta sudar sangre. Sólo le anima el pensamiento de que cumple la voluntad de su Padre y que de su muerte de cruz dependía nuestra salvación.
Haced, Jesús mío, que enjugue vuestro sudor, detestando mis pecados, causa de vuestra pasión y muerte.
Medítese, pídase la gracia que se desea conseguir y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con la oración final de todos los días.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh, dulce y amado Padre mío, Jesús Nazareno! Al considerar vuestro amor y la bondad con que me habéis acogido en este día, un grito de gratitud se escapa de mis labios y el recuerdo de vuestras misericordias embarga mi alma. Por ganar mi amor bajasteis a la tierra y sufristeis toda clase de penas y trabajos y muerte de cruz. Por mí también, llegando al colmo de todas las bondades, os quedasteis en el Sacramento del altar, queriendo ser nuestro manjar, consuelo y perpetuo compañero. ¿Qué más? Por nuestro amor os presentáis en esa Imagen coronada de espinas, atado con duros cordeles y vestido con hábito de humildad y de paciencia. ¡Gracias, Señor, por todo!, y a fin de corresponder a vuestros favores, os pido la gracia de cumplir siempre vuestra ley, imitar vuestras virtudes y vivir y morir en vuestro amor. Amén.
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